La invisibilización actual de la sociedad Argentina: la mismísima Sociedad
No es nuevo el discurso de que la postmodernidad arrasó con valores sociales y morales de la sociedad actual; considerándose a la globalización, el capitalismo, la tecnología y las políticas de gobierno como algunos de los responsables. Si bien es cierto, no son los únicos.
Las nuevas tendencias y prácticas sociales conllevan a un análisis profundo con el fin de buscar soluciones a distintas problemáticas y necesidades crecientes de la población argentina. Tales prácticas sociales, es decir, cómo siente, piensa y actúa cada ciudadano, parecieran contradecirse constantemente; ya sea porque su discurso no concuerda con su accionar o porque su accionar, inmerso en un alto monto de individualismo, no coincide con un perfil preocupado y comprometido  por la decadencia de los últimos tiempos de la sociedad actual, incluyendo un grave retroceso de conocimiento; en relación tanto a los derechos ciudadanos ( sobretodo, dónde empiezan y dónde terminan), como así también a deberes y responsabilidades.
Como los derechos de todo sujeto finalizan cuando comienzan los derechos del prójimo, es un deber y una responsabilidad social considerar al otro como un sujeto de derechos, lo cual es fundamental para la vida en sociedad y para la vida en democracia, es decir, para la convivencia. 
La divergencias de opiniones, formas y elecciones de vida diferentes no deberían ser impedimentos de convivencia, ni de respeto mutuo, sino todo lo contrario, debería ser simplemente una experiencia de intercambio y de enriquecimiento mutuo; sin olvidar que son los valores éticos, morales y sociales responsables de ello. Por lo tanto si se exterminan esos valores permanece una sociedad vacía, sin sentido crítico, sin humanidad, sin respeto, sin amor y sin el mínimo interés por el prójimo.
Inmersa en una suerte de locura cotidiana, colmada de aparentes responsabilidades sin sentido, se vive a un ritmo acelerado, nervioso, enfermo, sin risas, sin felicidad, sin nada. El vacío mismo representado por las grandes e importantes responsabilidades laborales y profesionales parece forjar el perfil del ciudadano del siglo XXI. Por un lado la imágen del sujeto activo, moderno,  jóven, que se lleva puesto el mundo, y vive en un mundo de apariencia, y superficialidad, pareciese ser el único modelo válido y aceptable conformando el nuevo contexto social. Y por otro, la ignorancia a la orden del día, arrebatándose derechos tan duramente ganados a lo largo de la historia, renegando de la memoria, de la identidad social y de la historia tan importantes en la vida de todo ser humano da paso a la discriminación, a la desigualdad, a ideologías extremistas, a la inhumanidad, al prejuicio y al individualismo de forma descarada; a pesar de que se pregone lo contrario.
Sumida  en una especie de salvajismo diplomático, la sociedad actual (la cual incluye a personas de todas las edades) pareciera tener un aval para decir y hacer todo lo que venga en ganas. Sin reglas, sin límites, sin códigos, sin parámetros a seguir, todo es válido. Cada uno ocupado en su conveniencia y en sus propios intereses no mide consecuencias. La corrupción, la delincuencia, la mentira, la burla, la falta de respeto, la estafa, la escasa comprensión, análisis, compromiso y responsabilidad individual y social son algunos de los paisajes de este siglo.
Pero como la sociedad no se conforma sola sino en concordancia con los sujetos que la integran (depende de ellos) la responsabilidad recae sobre sus miembros, es decir, todos los ciudadanos. 
 Cada aporte, sea positivo o negativo, sea pequeño o grande, sea pacífico o violento, sea comprometido o abandónico va a repercutir y a influenciar en la sociedad reflejándose el accionar individual en su conjunto.
Por tal motivo, si existe una necesidad social es imprescindible el trabajo en conjunto ( pañuelos celestes, verdes, rojos, blancos), más allá de las diferencias ideológicas. 
Es momento de dejar de prejuzgar, de señalar y de mirar cómo trabaja el otro, sino por el contrario trabajar en conjunto reflexionando sobre la propia práctica profesional, social y la intervención y aportes reales y efectivos que puedan hacerse a la sociedad argentina actual desde una perspectiva de bienestar biopsicosocial.
                                                                                   
Silvana Nancy Leyba
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